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miércoles, 6 de marzo de 2013

Murió el perro, pero no la rabia.

Chávez dejo tras de si a un país devastado.


Una estructura estatal colosal y corroída hasta la médula por la corrupción, las prebendas, el clientelismo y demás vicios populistas. Y con un gran favoritismo del estado por la boliburgesia chavista, que obtiene exclusivos y vergonzosos privilegios. Porque en Venezuela mas que en ningún otro país, NO son todos iguales.

Chávez deja un gueto autoritario, sin división de poderes, ni de ideas.

Una sociedad militarizada, aislada, anacrónica, atrasada. Unificada a la fuerza, con métodos fascistas de represión de los opositores.

Argentina, como Venezuela

La prensa libre, perseguida y agredida hasta su extinción, logrando así un relato único y fantástico, a la medida de la conveniencia política de Hugo Chávez. Como el relato kirchnerista, sin ir más lejos.

Una economía destruida, con la segunda tasa de inflación más alta del planeta, solo superada por su más importante aliado regional: Argentina.

Una industria nacional saqueada y expropiada, hasta el punto de su literal desaparición. La iniciativa privada anulada por un estado desmesurado y omnipotente. Venezuela vende petróleo, cualquier otra cosa debe importarla, comida incluida.

Que nadie se equivoque: Chávez no erradicó la pobreza de Venezuela, erradicó la riqueza.

Porque un país sólo puede jactarse de haber eliminado el hambre cuando generó trabajo genuino para toda la gente, y no cuando reparte bolsas de comida, como Chávez.

Este es el logro increíble del socialismo: generar gente pobre en un país inmensamente rico.
Pero por sobre todas las cosas, deja una nación profundamente dividida, tal como la argentina actual.

Chávez dejo así activado un mecanismo aceitado para perpetuar a sus conciudadanos en el atraso y la pobreza.

Y todo lo hizo en un país con grandes recursos petroleros, dilapidando toneladas de petrodólares para lograrlo. Deja varias generaciones de venezolanos terriblemente endeudados, y sin posibilidades de obtener financiamiento en el corto y mediano plazo. Todo ellos para sostener su política populista. Para sostenerse en el poder, en definitiva.

El poder como fin en sí mismo. Y un curso intensivo de mentiras, vomitadas en discursos interminables. Cristina Fernández aprendió bien la lección del maestro Hugo Chávez.

Llevara décadas reencaminar a Venezuela en la practica democrática. En el respeto a la propiedad privada, a las instituciones republicanas. Superar la xenofobia política.

Para ello, lo primero es reconciliar a una sociedad castigada por tantos anos de agresiones estatales.

Ahora se abre una posibilidad a los venezolanos de iniciar ese camino.

Como se va a abrir en lo que quede del territorio arrasado que ocupaba la República Argentina, aquella nación que mis abuelos construyeron, antes del saqueo del régimen kirchnerista.

Los ciudadanos de ambos países somos los únicos que podemos hacerlo.


Esteban Tabasco.

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